Zocodover. Homenaje Comuneros 2011

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sábado, 18 de abril de 2015

El Olmo de Padilla

EL OLMO DE PADILLA (En recuerdo de los Comuneros de Castilla)

(Por Pedro J. Sánchez (Candidato a Presidencia de la Comunidad de Madrid por el Partido Castellano-Tierra Comunera-Pacto por Madrid)

En pleno centro de Madrid, justo en el cruce de la calle de Padilla con la de Castelló, frente al elegante edificio de la Fundación Juan March, se alza un hermoso ejemplar de olmo europeo. Debió de ser plantado hace más o menos cien años. No es demasiado para un olmo. Durante siglos las olmas, ejemplares viejísimos de estos árboles, a veces milenarios, presidieron las plazas de los pueblos de Castilla. A su vez, hileras de olmos flanqueaban las carreteras y los caminos de nuestra tierra. Pero a comienzos de la década de los ochenta se extendió por nuestro país una enfermedad que destruye a los olmos europeos, la grafiosis. Sobreviven muy pocos ejemplares de gran porte. Los más notables, aquellos que conformaban nuestro paisaje, han muerto. Ya no hay olmas en nuestros pueblos. Y sin embargo, el olmo de la calle Padilla se las ha apañado para medrar en el centro de una gran ciudad, donde muy pocos le prestan atención. Como tampoco piensan muchos en quién era ese tal Padilla.

No deja de ser raro que una ciudad como Madrid, que tiende a olvidar que es parte de Castilla, haya dedicado tres calles tan céntricas a los tres líderes del movimiento comunero. No conozco las razones de este hecho. Sea como sea, la memoria de Bravo, Maldonado y Padilla está ahí para el que quiera dedicarles un segundo de recuerdo en medio de un atasco. 
La memoria de los héroes comuneros perdura en Madrid como el olmo de la calle Padilla. A la vista de todos, pero sin publicidad. Así como la enorme mayoría de la gente que pasa al lado de este árbol desconoce que se trata de uno de los últimos de su especie, así también el viandante que lee distraído el nombre de la calle ignora casi siempre que ese tal Padilla fue tal vez el último gran héroe castellano. Casi nadie sabe nada de su valentía, de su amor a Castilla, de su indignación al ver cómo era expoliada en nombre de un destino histórico supuestamente superior. El eterno drama de nuestra tierra: dar por bueno el sacrificio en aras de un bien mayor que nunca redunda en nosotros.

El olmo de la calle Padilla, obviamente, no es consciente de su importancia. Sobrevive sin más. Así también nuestra tierra. Castilla existe, oculta bajo capas de olvido y de ignorancia, repartida en cinco comunidades sin más historia y sin más significado que el administrativo. Castilla existe, pero está al borde de la extinción. Como los olmos.

El castellanismo afirma que Castilla no es una idea abstracta. Como el olmo de la calle Padilla, y como todas las demás cosas que nos constituyen como pueblo, Castilla es algo concreto y tangible. Nuestra ideología se basa en la necesidad de defender esas cosas que conforman Castilla. 

Celebremos hoy la fortaleza del olmo de Padilla, su valentía. Honremos su obstinación inconsciente en permanecer vivo, en medrar en contra de todo. No se me ocurre mejor metáfora de nuestras ideas que este hermoso árbol, y el que haya brotado tan cerca de las calles dedicadas a los comuneros es una coincidencia afortunada. Este árbol nos une a los que vinieron antes que nosotros, tanto como nuestras tradiciones y nuestro patrimonio. Este olmo obstinado y orgulloso es ahora mismo casi la única razón por la que existieron todos los olmos que le precedieron. En él están depositadas las esperanzas de toda su especie. Así también nosotros, los castellanistas: somos pocos, poquísimos, y no somos ni más listos, ni más activos, que esa mayoría de madrileños que ignora que Castilla sigue existiendo. Pero hablamos en nombre de todos aquellos para los que Castilla sí tenía una razón de ser. Hemos recogido su mensaje, y nos cabe la responsabilidad de comprenderlo, adaptarlo, y difundirlo.

Nuestros principios brotan de la tierra en la que están enterrados todos los que creyeron en Castilla, desde los lejanos tiempos del Condado, hasta estos tristes momentos de ignorancia. Este olmo hermoso nos da un ejemplo de lo que debemos ser, pero también nos impone un compromiso, el de no conformarnos. No nos puede bastar con tener el último olmo, debemos esforzarnos por encontrar variedades de esta especie que sean resistentes a la enfermedad. No basta con tener un fósil al que adorar. Castilla existe, y eso significa que los castellanistas debemos esforzarnos por mantenerla, desde luego, pero también por mejorarla. Porque lo único que no cambia es lo que está muerto.

Castilla es mucho más que un capítulo en un libro de texto. Castilla es un proyecto político.

El olmo de Padilla, en pleno centro de Madrid, es casi un milagro. Castilla, tras siglos de desidia y de olvido, también. Demos gracias por estos milagros, y pongámonos a trabajar para que dejen de serlo.

EL PRÓXIMO 25 DE ABRIL, OS ESPERAMOS EN EL CRUCE DE PADILLA CON CASTELLÓ PARA HOMENAJEAR A LOS COMUNEROS QUE VERTIERON SU SANGRE POR NUESTRA TIERRA Y SU IDENTIDAD

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